El amor es una constante en su obra. A veces compone su obra con numerosa figuras que forman un remolino: son parejas "arremolinadas". Cada vez con más asiduidad elige colores llamativos, abandonando el clásico gris que para Bertani caracterizaba a los porteños. Los rostros muy rara vez aparecen: son anónimos, no son nadie en particular, y a la vez podrían ser cualquiera de nosotros. Es como si quisiera que el espectador se sienta parte de la obra.
El amor es una constante en su obra. A veces compone su obra con numerosa figuras que forman un remolino: son parejas "arremolinadas". Cada vez con más asiduidad elige colores llamativos, abandonando el clásico gris que para Bertani caracterizaba a los porteños. Los rostros muy rara vez aparecen: son anónimos, no son nadie en particular, y a la vez podrían ser cualquiera de nosotros. Es como si quisiera que el espectador se sienta parte de la obra.
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